De ahí la importancia que tenemos los educadores de crear ese ambiente favorable en la clase, de ganarnos su confianza, de intentar que se sienta seguro, de que piense y crea que sus papás vendrán a buscarlo.
Si se lo hemos prometido hay que cumplirlo, no pensemos que se olvidará o que si le mentimos en el momento dejará de llorar o de preocuparse. La desconfianza se apodera de él, se siente engañado y no lo entiende, nos hace responsables a los maestros, no hay manera de consolarlos, la seño está equivocada, su mamá o papá le ha dicho que viene y no le pueden engañar, eres tu que lo has entendido mal, no es verdad lo que tu le explicas, su mamá le ha prometido que lo iría a buscar a la hora de comer, que hoy no se queda al comedor, a las actividades extraescolares etc.
Es difícil que comprendan que no es la seño la causante de su disgusto. ¡No nos lo pongan tan difícil a sus hijos y a nosotros! es mucho más fácil decirles siempre la verdad, se acostumbrarán a la realidad, pero no al engaño. Es una situación nueva y de todos nosotros, familia y maestros, dependerá su adaptación y su aprendizaje.
Eso requiere por nuestra parte firmeza, decisión, cariño, delicadeza, organización, tener las ideas claras. Y eso todas las personas lo podemos tener, no se necesita cultura, se necesita sentido común, cariño y esto les suele sobrar en general a todos los padres.