lunes, 2 de febrero de 2015

Aceptar las reglas del juego

Cuando por fin los tienes embobados mirándote, cuando todos están pendientes de tu historia, suena el timbre, miramos por la ventana y ahí está el niño que siempre llega tarde.

Generalmente, paramos la actividad, abrimos la puerta del patio, recogemos al alumno e intentamos que nos explique el por qué de su retraso, “sin presionar“, pero que nos dé a todo el grupo su pequeña explicación, el niño lo hace generalmente avergonzado y muchas veces con lágrimas en los ojos.

Él no tiene seguramente la culpa, pero tiene que comprender el problema que se crea en la clase por su retraso, además del que se crea a sí mismo.

Llegar tarde por sistema le perjudica a él en especial, se pierde los primeros minutos de relación con sus compañeros, los saludos, el contarse las experiencias de las horas pasadas fuera del centro, lo que han vivido en ese tiempo, donde han ido, con quien han jugado, con qué juguete se lo pasan mejor etc.



Se está perdiendo el hábito de la puntualidad, el saber que tenemos que aceptar las reglas de juego, que convivimos con otros niños, con la seño y que no debemos entorpecer el trabajo del grupo, que es también el suyo.

Intento retomar la actividad donde la habíamos dejado. Una pequeña explicación apoyada siempre por imágenes y actividades prácticas donde participan la mayoría de los alumnos, pasados treinta o cuarenta minutos de trabajo compartido les dejo tiempo libre para que cojan sus juguetes preferidos y se relajen cambiando de actividad, me estoy refiriendo a las edades de preescolar.