He tenido siempre la mente abierta a todo lo que me podía ayudar.
Al leer teorías o experiencias de personas ilustres en nuestro campo, he procurado coger aquello que me podía ser útil, sin complejos, teniendo muy presente que no soy ellos, ni tampoco mis alumnos son comparables a los que estos pedagogos tendrían en el momento de escribir sus teorías. Tampoco lo es el momento social en el que realizamos nuestro trabajo etc. Cualquier experiencia, revista, programa de radio o televisión, nos puede dar una idea fabulosa para trabajar con los alumnos.
Recuerdo un programa de radio donde dedicaban un breve espacio a definir o buscar palabras moribundas. Me gustó la idea para trabajarla en lenguaje.
Les pedí a los alumnos que preguntaran a sus abuelos. Decidimos y preparamos entre todos qué cosas nos interesaban.
La experiencia fue alucinante, no sólo aprendimos vocabulario en desuso, cuando preguntaron a los abuelos cómo se alumbraban en su pueblo cuando no tenían luz eléctrica, la respuesta fue: con candiles, faroles, candelabros, carburos etc... Naturalmente, estos utensilios desconocidos por los alumnos venían acompañados de la explicación del funcionamiento, de cómo se producía la luz. En el caso del candil y el farol era con aceite y una mecha.
Lo más interesante de todo esto fueron las explicaciones dadas por los abuelos, las conversaciones surgidas, la narración de los niños al exponer en clase, lo que habían oído, era un verdadero cuento para ellos, estaban ilusionados.
Con todo esto hemos fomentado su curiosidad, las relaciones entre los abuelos y sus nietos, el no tener miedo a la exposición del tema en clase. No deberíamos encuadrarlo sólo como un ejercicio de lenguaje, podría ser de naturales, sociales, de arte, etc.