Cuando me encuentro con algún alumno, después de haber pasado quince o veinte años, se paran a saludarme de forma respetuosa, con cariño, alegres y empiezan a preguntarme si les recuerdo, me explican sus sensaciones después de ese tiempo, sus recuerdos, de cómo comentan esa etapa con su pareja, sus hijos etc.
Me ilusiona, me siento feliz de que recuerden con cariño esa etapa de su vida. Pienso que merece la pena, que ahora son personas adultas con profesiones diversas, con carreras universitarias, estudios medios, conductores de camiones que en medio de la calle paran su camión para preguntarme si los recuerdo, si sé quiénes son. La sorpresa en su cara es magnífica, una amplia sonrisa modifica su cara cuando oyen su nombre, ellos tenían cuatro o cinco años cuando estábamos juntos y en este momento son personas adultas.